Valdeosera-GH Rural

Este relato aún cimentándose en hechos reales echa mano del imaginario popular y de los ritos, folclores y danzas de la zona Camerana.

Vamos a ello.
Que cabecita de piñón es capaz de pergeñar una aventura tan absurda en la cual embaucar a nueve personas en edad de acometer, como coger el coche a las 2 de la madrugada con un frío del copón para surcar media Rioja a través de los Cameros con los corazones encurvados, más si el piloto es un fan de Carlos Sainz y va haciendo fuera-dentro , primero arrás, soltando gas en las curvas, y los estómagos en la boca para llegar después de una travesía de más de una hora sin ver una sola vaca noctámbula saludándonos con su alegre campanear, a una casa particular en un sitio llamado Valdeosera que tiene mucha historia como la mayoría de las cosas antiguas, pero que ahora está totalmente deshabitada y ni Dios aparece a anunciar su esperado regreso.

La casa tiene su encanto, es apacible e ideal para preparar unos oposiciones a la locura.
Y es perfecta para rodar una película al estilo de " Los otros" o " La habitación del miedo" y luego pasarte la noche entera dando patadas al reloj, porque asusta solo con verla de lejos, y más entodavía .toda vez dentro de ella, a la hora de ir a cambiar el agua a las hortensias el corazón se acelera cual trippi golosón surcando los flujos salivares.
Y si encima te hacen la bromita de cerrarte la puerta, te cagas en todo bicho viviente, que en este caso es tan inútil como el séptimo número de la primitiva, y una vez que cesan las risitas vuelves para adentro con escarcha en los oídos y estalagtitas en los intersticios de las falanges, guardándosela a todos los miembros de la expedición. 

La suite presidencial es apabullantemente escueta, cuatro paredes, un techo y un suelo de mádera más frío que las cervezas que cayeron después.

Aún hay gente que piensa en este país, y en la cuadrilla hay uno de estos, por raro que pueda parecer, visto el nivel.

 El colega se dignó a traerse una alfombra gigantesca que cubría todo el suelo. Al menos así la cosa mejoraba algo y contrarrestaba el frío que exhalaban las piedras que se descojonaban a nuestra costa y de paso evitaba ser nominado al menos por esa vez.

Una especie de GH rural en un espacio más reducido, sin televisión ni nada parecido. Solo las paridas de cada uno, cada una mayor rizando el rizo de la chorrada universal. 
Con el rasca que hacía y con el viento que venía tirao, ni nos molestamos en montar las tiendas de campaña.


La llegada de la fría mañana obliga a moverse o revolcarse por el suelo cogiendo la posturita, quitándole el polvo acumulado durante la noche a la alfombra. El número de rutas que se abren al peregrino rural son casi infinitas en compensación con nuestras neuronas que convergen a cero y están crionizadas con semejante frío.

O bien, se puede malgastar el tiempo acaparando todas las endrinas posibles que aparecen a nuestro paso, según te alejas un momento de la casa, para preparar luego ese pacharán que permitirá ver amanecer al trasnochador. 

Hay quien las emplea a su vez para hacer parcharán "de ese del raro" que se lo endosan a uno cuando va de fiestas a Laguna de Cameros. El rasca que hace, impide que el alcohol llegue al cerebro y por eso luego al hacer la carrera de pantalones bajados sin retorno, en medio de la carretera comarcal viendo amanecer, alguno se va al suelo y deja todo por ahí tirado, sin molestarse siquiera en ir a recogerlo. Por dinero va a ser!!!


Suenan disparos. Ya están aquí. Se trata de unos cazadores que están probando las escopetas porqué lo de cazar según dicen, está últimamente bastante jodida la cosa, no hay jabalies, ni conejos, ni palomas y los pantanos están secos.( Ese día la marca de flotación subiría algo).

Andamos con cuidado de no recibir ninguna carga de plomo que nos trunque la caminata. Andar por el monte sin oír a nadie ni nada, tan solo la sólida presencia del silencio sepulcral es un placer de dimensiones universales.

Pero un buen boy-scout con titulo homologado por " The pardillo Mountain Country" de Treguajantes, se las sabe todas o al menos lo debe aparentar, y mas que andar, nos deslizamos por parajes inhóspitos, subiendo y bajando montañas, cruzando ríos secos y sorteando laderas y escolleras rurales, alimentándonos de bayas y comiendo las moras de las zarzas, sin echar raíces, viendo bañeras en medio de una montañas, que actúan como abrevaderos para las vacas, alguno ya pensaba en echarse una cabezadita en una de ellas, pero la reprimenda general lo hizo no ir más allá, y a golpe de colleja subió al árbol más alto que tenía la alameda.

Luego empieza a llover de manera incesante e inclemente, y hacemos apuestas a ver quien es capaz de absorber más agua por centímetro cuadrado de nuestras osamentas. 

Al principio te jode un poco, más ,si no sabes nadar, pero al ser una bola de agua en movimiento acabas confraternizando con cada gota de distinta nube que baja por tu cuerpo, éramos nueve afluyentes en movimiento, sin rumbo fijo ,vagando de río en río sin desembocar en ningún punto concreto y con las lagunas mentales a punto de desbordarsenos.

Finalmente alcanzamos un pueblo y con la ayuda de dos parroquianos, nos llevaron en un Land Rover que se meneaba más que el copón en manos de un cura adicto a los tragos de porrón y anisete, encontrando al señor por vía oral. Se portaron bien y desde aquí, aún un tanto mareado, les rindo un homenaje.

Es lo que tiene ir al monte, que te puede llover y te cansas y si se te acaba la conversación te pueden entrar ganar de prenderle fuego a todas las lagartijas que se escurrían entre nuestros pies presas del pánico colectivo.

Pero luego para comer siempre queda la criatura. Un melón de más de cuatro kilos que te deja una sensación dulzona en el paladar y el estómago más hinchado que una lancha de contrabando, todo ello acompañado como no, de unas chuletas de la tierra y unas tragazos de vino.

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