Roma Cittá aperta.

Ahora que Volareweb ha entrado en quiebra, la ciudad de Santander se presenta como una buena alternativa si se quiere volar a la ciudad de Roma. En el aeropuerto de Santander de momento no cobran por dejar el auto, pero parece que la idea es hacerlo en poco tiempo. El vuelo que salía hacia Roma partía a las 20,45 horas. Pero al contrario que otras compañías que hacen del retraso su norma de conducta, la gente de Ryanair una vez comprueban que están todos los que son, el avión parte rumbo a su destino. De este modo el vuelo llegó a la ciudad de Roma antes de las once de la noche, casi media hora antes de lo previsto. El aeropuerto de destino es el de Ciampino que dista a unos veinte kilómetros de la ciudad de Roma.

La compañía Ryanair fleta un autobús desde el aeropuerto y el billete cuesta ocho euros. En media hora llega a la estación de Termini. Una buena idea es buscar alojamiento por esta zona. Hoteles hay varios cuyo precio ronda entre 50 y 70 Euros por noche en habitación doble. En esta estación de Termini hay parada de metro, y salen autobuses en todas las direcciones.

El coste de los billetes de autobús urbanos y de metro es de un euro. En el caso del autobús, el billete tiene una duración de 75 minutos, en ese periodo de tiempo se pueden coger tantos autobuses como se desee. En el caso del metro sirve para un solo viaje, teniendo en cuenta que una vez dentro te puedes mover por las dos líneas que tiene el metro, y hacer tantos trasbordos como se quiera.

Algo que es importante saber es que otra forma de ir al aeropuerto de Ciampino sin recurrir al taxi es coger el metro e ir a la última parada, Anagnina, una vez allá, al salir del metro, en la superficie, en el andén hay un autobús de línea que por un solo euro te lleva al aeropuerto en algo menos de media hora. Metro y autobuses funcionan hasta las 11 y media de la noche. Y es mucho más barato que el taxi, y que el autobús de Ryanair que cobra 8 Euros por el trayecto. Y por 2 euros, uno para el metro y otro para el autobús, se puede ir desde el centro de Roma hasta al aeropuerto de Ciampino ( no están las cosas como para tirar el dinero).

Contrasta bastante la calidad de los hoteles en España con los Italianos. Sin ir más lejos, nos alojamos en el hotel Virginia, y como eran las once de la noche nos alojaron en una habitación sin ventanas, con una pequeña ventanita sobre la puerta, en la que había una cama y un baño minúsculo, que era a todas luces una ratonera. Y por ese cuchitril de mala muerte, dónde parecía que te ahogabas debido a su reducida dimensión, nos cobraron 60 euros, pues nos hicieron un descuento, en lugar de los 70 que cobraban por las habitaciones normales. La calle del hotel era Montebello, y cerca del hotel había un restaurante africano y otro suramericano. Los desayunos que iban incluidos en el precio no se daban en el hotel si no en el bar que había justo al lado, donde ibas con tu papelito y a cambio te daban café, zumo, cruasán.

Si los hoteles están en la zona de Termini, en Vía Tritone o bien en la Via del Corso se coge el autobús 492, que tiene una parada próxima a Vía Montebello y por tanto a otras calles cercanas a Termini.

Lo primero que hicimos al día siguiente consistió en ir a ver la Plaza de San Pedro, y una vez allí, y después de visitar la Basílica, subimos a la cúpula. Se puede hacer andando o en ascensor. Andando son 4 euros y 6 en ascensor, y como hacer deporte dicen los que saben que es bueno, pues fuimos andando. La escalera es estrecha, asfixiante y luego en su tramo final, es de caracol. Una mujer se echó a un lado, jadeante, para dejar vía libre a los que veníamos atrás empujando. Una vez arriba, la vista es espectacular. Se ve toda Roma. Y se aprecia en todo su esplendor la excepcional panorámica de la Plaza de San Pedro con 240 metros de amplitud y 284 columnas de 21 metros de altura, ahí es nada.

Cerca está Castel Sant´Angelo, una fortificación de color ocre y forma redonda. La entrada cuesta 7 Euros. En su interior había una exposición con cuadros de escenas navales ( la toma de la Valetta), y armas y armaduras. En la Edad media fue una prisión y en el Renacimiento fue residencia de los Papas.
Desde el castillo se divisa el río Tiber, y algunos de los "battelli" que lo navegan en plan turístico.

En el Palazzo Ruspoli en la Vía del Corso 418, nos llamó una atención sobre Picasso e la sua epoca. La exposición acababa el día 8 de Enero, pero la habían aplazado hasta el día 23. De Picasso sólo había media docena de obras, el resto eran gente de su época que le imitaban; Pollock, Miró. La entrada costaba 8 euros. Las estancias estaban completamente a oscuras y la única luz apuntaba al cuadro. Una buena idea para captar la atención del visitante y evitar que se distraiga.

Para tomar el pulso a la ciudad ha de visitarse sus plazas. En piazza Navona el día 7 de Enero estaban recogiendo los tenderetes que habían instalado por las Navidades. Pero nos dio tiempo de comprar una Befana, una bruja que hace las veces de los Reyes Magos en Italia. Plazas hay muchas; en Campo dei fiori al tiempo que nos ventilábamos una focaccia de mortadela paseamos entre los puestos de venta de diversos productos; aceites, quesos, verduras, vinos, la mayoría de ellos, eran ecológicos, y algunos de ellos como la ricotta y la ruccola no se encuentran en la península ibérica con facilidad.

Por la vía Condotti viendo escaparates de marcas que venden sus productos en una de calles más afamadas y caras de todo el mundo, llegamos hasta la plaza de España, que sin flores no es tan bonita pero tiene un algo especial, e incluso Camper ( los de los zapatos) tienen una tienda. De la plaza de España a la plaza del popolo, curiosa por su obelisco en el centro de la plaza y sus dos iglesias gemelas se llega en un santiamén.

Plazas hay muchas; Plaza del Esquilino, Plaza del Quirinale, la Plaza della República, cercana a Termini, donde se encuentran las termas de Diocleciano, plaza a la que se accede por la Via Nazionale, calle con muchos comercios y tiendas.

El río Tevere divide la ciudad en dos. De un lado quedan El Vaticano, Castel Sant´Angelo y el Barrio de Trastevere, y en la otra parte del río, todo lo demás; Colosseo, Panteón, Palazzo Quirinale, Santa María Maggiore, etc.

El monumento clave es el Colosseo. La entrada cuesta 10 Euros, y permite visitar también el Palatino. Del Colosseo decir que si espectacular es verlo por fuera, también lo es por dentro. Una parte del mismo, lo han habilitado con esculturas y pantallas donde poder ver un documental sobre los orígenes del mismo. El Palatino está cerca del Colosseo, hay que subir un par de cuestas. La vista es bonita. Se ve el Colosseo al fondo con el arco de Constantino delante y en la otra dirección el altar de la patria ( o una parte del mismo). Una pareja de recién casados se echaban unas fotos con el Colosseo detrás. No es mal sitio para inmortalizar un día así.

El altar de la patria que está en Piazza Venecia es un mamotreto en mármol blanco de grandes dimensiones, donde el Duce, amigo íntimo del Paquito daba sus mítines y que se edificó para festejar la unificación de toda la Italia en 1870. Lo llaman también la maquina de escribir, y si que se parece en algo. Delante de una inscripción al “ignoto militi”, o soldado desconocido, dos militares hacen guardia 24 horas al día, con relevos claro está. De aquí, del monumento dedicado a Vittorio Emanuele II, parte la vía del Corso que llega hasta Piazza del Popolo. Si a alguien se le ocurre tomar aire sentándose en algún escalón, oirá el pitido de un policía invitándolo a incorporarse.

Si bien Roma es una ciudad grande, la zona monumental histórica y más interesante para visitar se puede recorrer andando sin problemas a no ser que el tiempo en los meses veraniegos nos juegue una mala pasada, y allá que andar buscando la sombra desesperadamente. No obstante con el metro, el autobús y el tranvía el desplazamiento es rápido y cómodo.

Para deleitarse con algo bonito, conviene ir al barrio de Trastevere (coged de Termini el autobús H), tras cruzar el río Tevere. Allá en estrechas calles, hay multitud de locales nocturnos, dónde tomar una copa, y muchas pizzerías y ristorantes. Una vez allá merece mención la Iglesia de Santa María in Trastevere. Dicen que el barrio apenas ha cambiado desde el siglo XVII y que ha sufrido varías inundaciones por las crecidas del Tíber.

Ir a Roma y no ver la Fontana de Trevi, es como ir a Paris y no ver la torre Eiffiel.
De esta fuente. Obra de Nicola Salvi destaca su majestuosidad. La primera vez que la ves te quedas de piedra. Tanto de día como de noche iluminada es una maravilla. La fuente tiene varías figuras que representan, la abundancia a la izquierda, la salud a la derecha y en el medio Neptuno guiando dos caballos marinos con tritones en sus lomos.

Estos apuntes, estos pie de nota, estas impresiones recogidas a vuela pluma, sólo es el aperitivo del gran festín que Roma deparará a todo gourmet artístico que desee pasar unos días inolvidables caminando por una ciudad que es única e incomparable y que nunca deja de sorprender al viajero.


Chufo 2005

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