Cuando la vecina de una pareja de neoyorquinos fallece de forma
aparentemente natural, estos detectas un extraño comportamiento
en el viudo que les lleva a sospechar de él. Estos comenzarán
a investigar y a seguirle para ir descubriendo hechos cada vez
más insólitos que hacen dispararse las alarmas:
¿y si su vecino es en realidad un asesino?
Misterio, asesinatos y como siempre en las películas
de Allen la ciudad de Nueva York
y un buen número de ingeniosos diálogos son los
principales ingredientes de una nueva comedia urbana de este genio
bajito y neurótico.
A Allen le acompaña como protagonista
una de las actrices con las que más química ha tenido,
Diane Keaton, y con la que se acopla de maravilla.
La pareja interpretada por ambos nos hará reír gracias
a sus ocurrentes salidas y ese humor fino e inteligente que siempre
ofrece Woody Allen.
Cuenta además con dos secundarios de lujo, Alan
Alda y Angelica Huston que hacen de
complemento genial de la pareja protagonista, el papel exacto
que ha de cumplir un buen actor de reparto.
En esta ocasión no sólo tenemos humor, sino también
una historia llega de intriga, algunos puntos del extraño
romanticismo que da Allen a sus extravagantes
personajes, mucho misterio y un retrato de la ciudad de Nueva
York con constantes referencias a algunos de sus rincones
así como al cine (muchas referencias cinéfilas interesantes),
la ópera (Cada vez que oigo a Wagner me dan ganas de
invadir Polonia) o el teatro.
El clímax está muy logrado y la acción
va de menos a más, según se va liando la historia,
cada vez haciéndose más disparatada pero ganando
cuerpo, para resolverse al final descubriendo que… bueno,
lo importante es el camino.